Ha aprovechado su raro trastorno alimenticio para hacerse famoso y obtener fortuna.
Tiene 30 años y afirma no importarle la comida que le pongan delante, se come lo que sea, aunque para el su mayor manjar es un simple ladrillo.
“Sólo me gusta el barro y ladrillos, nada más. Yo lo como porque es mi costumbre. Lo necesito todos los días. No puedo parar”.
Comenzó a comer cosas extrañas a los 10 años de edad y ahora llega a ingerir hasta un ladrillo al día y tres kilogramos de barro y grava.
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