Las religiosas pertenecían al convento de las Hermanas Felicianas de esta ciudad y tenían entre 79 y 99 años. En los meses siguientes, otras 18 monjas contrajeron la enfermedad y una de ellas murió el 27 de junio convirtiéndose en la decimotercera víctima fatal.
"Todas vivían juntas, oraban juntas y trabajaban juntas", afirmó GSR. La hermana Mary Andrew Budinski, superiora del convento, declaró que el virus "se propagó como un incendio forestal".
A los visitantes se les prohibió la entrada al convento desde el pasado 14 de marzo pero el virus se propagó con rapidez después de que dos auxiliares de enfermería se contagiaran.
"Era el caso clásico de lo que escuchamos sobre el virus. Es vicioso y rápido", opinó la hermana Nancy.
"Tuvimos hermanas de más de 90 años que sobrevivieron y hermanas mucho más jóvenes que fueron", dijo por su parte la hermana Mary Serra Szalaszewicz.
Varias monjas pensaron que no iban a sobrevivir. Sor Mary Ann Smith, que tuvo el virus desde mediados de abril hasta finales de mayo, confesó que sufría tanto que hasta "rezaba para que el Señor la llevara".
Como muchas familias alrededor del mundo, les impactó el hecho de no poder despedirse de las víctimas de la enfermedad y quedarse con un duelo de alguna manera "trunco".
"La fe que compartimos con las hermanas mientras mueren, las oraciones que compartimos con las hermanas mientras mueren: nos perdimos todo eso. De alguna manera destrozó un poco nuestra vida de fe", dijo la hermana Joyce Marie Van de Vyver.
Todo Noticias
"Todas vivían juntas, oraban juntas y trabajaban juntas", afirmó GSR. La hermana Mary Andrew Budinski, superiora del convento, declaró que el virus "se propagó como un incendio forestal".
A los visitantes se les prohibió la entrada al convento desde el pasado 14 de marzo pero el virus se propagó con rapidez después de que dos auxiliares de enfermería se contagiaran.
"Era el caso clásico de lo que escuchamos sobre el virus. Es vicioso y rápido", opinó la hermana Nancy.
"Tuvimos hermanas de más de 90 años que sobrevivieron y hermanas mucho más jóvenes que fueron", dijo por su parte la hermana Mary Serra Szalaszewicz.
Varias monjas pensaron que no iban a sobrevivir. Sor Mary Ann Smith, que tuvo el virus desde mediados de abril hasta finales de mayo, confesó que sufría tanto que hasta "rezaba para que el Señor la llevara".
Como muchas familias alrededor del mundo, les impactó el hecho de no poder despedirse de las víctimas de la enfermedad y quedarse con un duelo de alguna manera "trunco".
"La fe que compartimos con las hermanas mientras mueren, las oraciones que compartimos con las hermanas mientras mueren: nos perdimos todo eso. De alguna manera destrozó un poco nuestra vida de fe", dijo la hermana Joyce Marie Van de Vyver.
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