Su dedicación empezó desde muy joven; desde los cinco años ya aprendía idiomas y ni siquiera había salido del país heleno. Fue suficiente con esfuerzo, fuerza de voluntad y un método que es bastante curioso.
Mientras que los niños dormían la siesta, él estudiaba alemán, una actividad –el estudio- que incluso confiesa que le divierte. Misma situación mientras que hacía el servicio militar; usaba sus permisos para ir al baño para estudiar armenio clásico.
Le dedica todos los días unos 15 minutos después del trabajo, ve la tele en el idioma que está aprendiendo y por supuesto ejercita todas las lenguas a diario, ya sea hablando por Facebook o por Skype con amigos que le ayudan a mantener vivos sus conocimientos.
Su nuevo reto ahora es aprender el coreano y el japonés, un ansia que le viene porque no lleva bien el hecho de viajar a un país y no ser capaz de comunicarse en la lengua local. Lo positivo para este hombre es que él disfruta aprendiendo y que igual que a otras personas les gusta salir a tomar una cerveza o jugar a un videojuego, él está contento si tiene un libro de idiomas delante de su cara.
“Si no aprendo, no soy feliz. Es como tener sexo, lo disfrutas sin mirar la hora”, confiesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se permiten comentarios ofensivos, discriminatorios o racistas. Serán moderados. Gracias por su opinión.