A los 15 meses habló y a los 24 comenzó a leer y a escribir. Con un coeficiente intelectual de 133, Sairo José Guanipa Gutiérrez, obtuvo su título de ingeniero en Informática, en el 2014, a sus 17 años.
Su mente brillante, que tiene sus raíces en el hogar de sus padres y hermanos, cerca de la reconocida avenida Bella Vista, de Maracaibo, lo llevó a obtener una calificación de 17 puntos, una de las más altas de su salón. Hace un año se vistió con toga y birrete; y recibió su título delante de un centenar de personas.
Sus estudios superiores en la Universidad Rafael Belloso Chacín, los inició cuando era un adolescente de 13 años. “Fue una lucha engorrosa. No querían aceptarlo por su corta edad, pero finalmente lo logró”, contó sonriente, a PANORAMA, su madre Xiomara Gutiérrez.
Sus estudios superiores en la Universidad Rafael Belloso Chacín, los inició cuando era un adolescente de 13 años. “Fue una lucha engorrosa. No querían aceptarlo por su corta edad, pero finalmente lo logró”, contó sonriente, a PANORAMA, su madre Xiomara Gutiérrez.
Desde México, el talentoso joven, a través de una llamada telefónica contó: “Recuerdo que pasé todo un día en la universidad en una constante lucha para que me aceptaran”. Durante su carrera, pese a los problemas familiares que lo afectaron, por ser su padre un paciente de cáncer, Sairo se mantuvo firme y paralelamente estudió inglés. El curso lo abandonó posteriormente, ya que la música y las películas, lo llevaron a hablar y escribir a la perfección.
“Tal vez a los estudios universitarios no le entregué todo mi empeño, pero fue fácil para mí, a pesar de ser el más joven del salón. Si uno quiere alcanzar un sueño, simplemente lo hace”, senteció Sairo.
La progenitora cuenta que su hijo siempre tuvo una inteligencia avanzada. “Sus primeros dientes se desarrollaron a los cuatro meses y a los siete dio sus primeros pasos. A los 15 meses habló y a los 24 comenzó a leer y a escribir”, recordó.
El pequeño no cursó estudios de preescolar, simplemente porque no necesitó de ellos. “Cuando fui a inscribir a mis otros cuatro hijos, en la escuela Francisco Conde, antes ubicada por la avenida 5 de Julio, los docentes se llevaron una sorpresa. Sairo leyó claramente en un cartel pegado en una puerta: Coordinación Docente”, recordó la Gutiérrez.
Su padre, Ángel Guanipa, con su bebé en brazos, inquieto, pero a la vez muy tranquilo, sonrió al ser interrogado por el director de la institución, en ese entonces, Carlos Vera: “¿Qué edad tiene el niño?”, preguntó. Guanipa respondió que era un niño de dos años y el profesor Vera le pidió que lo inscribiera en el plantel. Quería que su talento e inteligencia formaran parte de la escuela y así fue, pero solo por tres meses, como oyente. “Era muy pequeñito y era una tarea difícil levantarlo temprano para llevarlo al colegio. Lloraba mucho”, dijo la madre.
El joven, recabando recuerdos en su memoria, dijo sonriente: “Se que hablé y escribí, cuando era un bebé, pero la historia de haber leído ese cartel en el colegio la conozco, porque mis padres me la cuentan”. Un año después, a los tres años, fue remitido a la Unidad Educativa Primero de Agosto, ubicada cerca de la avenida Bella Vista. Allí cursó el primer grado y a los cuatro años le hicieron una prueba que lo llevó a escalar al tercer grado.
“Tal vez a los estudios universitarios no le entregué todo mi empeño, pero fue fácil para mí, a pesar de ser el más joven del salón. Si uno quiere alcanzar un sueño, simplemente lo hace”, senteció Sairo.
La progenitora cuenta que su hijo siempre tuvo una inteligencia avanzada. “Sus primeros dientes se desarrollaron a los cuatro meses y a los siete dio sus primeros pasos. A los 15 meses habló y a los 24 comenzó a leer y a escribir”, recordó.
El pequeño no cursó estudios de preescolar, simplemente porque no necesitó de ellos. “Cuando fui a inscribir a mis otros cuatro hijos, en la escuela Francisco Conde, antes ubicada por la avenida 5 de Julio, los docentes se llevaron una sorpresa. Sairo leyó claramente en un cartel pegado en una puerta: Coordinación Docente”, recordó la Gutiérrez.
Su padre, Ángel Guanipa, con su bebé en brazos, inquieto, pero a la vez muy tranquilo, sonrió al ser interrogado por el director de la institución, en ese entonces, Carlos Vera: “¿Qué edad tiene el niño?”, preguntó. Guanipa respondió que era un niño de dos años y el profesor Vera le pidió que lo inscribiera en el plantel. Quería que su talento e inteligencia formaran parte de la escuela y así fue, pero solo por tres meses, como oyente. “Era muy pequeñito y era una tarea difícil levantarlo temprano para llevarlo al colegio. Lloraba mucho”, dijo la madre.
El joven, recabando recuerdos en su memoria, dijo sonriente: “Se que hablé y escribí, cuando era un bebé, pero la historia de haber leído ese cartel en el colegio la conozco, porque mis padres me la cuentan”. Un año después, a los tres años, fue remitido a la Unidad Educativa Primero de Agosto, ubicada cerca de la avenida Bella Vista. Allí cursó el primer grado y a los cuatro años le hicieron una prueba que lo llevó a escalar al tercer grado.
“Su inteligencia siempre fue más allá. No tenía los mismos intereses que los demás niños de su edad. De hecho iba en niveles más avanzados. A los cuatro años, ya estaba capacitado para cursar cuarto grado. Nunca se vio identificado con juguetes y se los tuvimos que regalar a otros niños que los usaran”, contó Gutiérrez.
“Esa diferencia de edades y de gustos que había entre los demás niños y yo no me afectó. Es cuestión de intereses, y los míos, eran otros. Me acostumbré a estar solo. No necesitaba de nadie para estar bien”, reveló el ingeniero. El pequeño genio nació en octubre de 1996. Ya tiene 18 años y está en el exterior llevando a cabo sus metas. A los ocho años, con voz fuerte y muy decidido de lo quería, dijo a sus padres que pretendía crear un sistema más avanzado que el de Windows. “Quiero hacer un programa mejor que Windows, que se llamará Profetionals y así superar a Bill Gates”, confirmó Sairo con su rostro sonriente lleno de Sairo siempre fue amigo de las repisas de libros de una biblioteca. Los niños de su edad, las golosinas y las travesuras, le parecían aburridas. No era lo suyo. Prefería en tal caso, ver televisión y distraerse con videojuegos.
Hace un año, Sairo participó junto con sus amigos en la segunda edición del Game Jam, un evento donde los jóvenes deben crear un videojuego en menos de 48 horas. “Ese siempre fue mi sueño, crear videojuegos y mis ideas siguen en pie. Me gusta leer sobre ellos para diseñar uno y así dejar experiencias en todo el que se sienta identificado. Es lo que hago en mis ratos libres, al llegar del trabajo. Tengo apenas dos meses en México y estoy enfocado en seguir logrando mis metas”, sostuvo.
La progenitora, en medio de las anécdotas, recordó: “Lo peor del caso es que Sairo nació, cuando yo tenía 39 años y más de uno, criticó y subestimó mi embarazo. Decían que mi hijo nacería con retardo mental y resultó ser todo lo contrario. Su inteligencia fue más allá de lo que esperábamos”, dijo Gutiérrez con un tono de voz pícaro.
Ese 11 de octubre la clínica Falcón recibió a un bebé que pesó tres kilos 700 gramos y midió 53 centímetros. A pesar de ser un recién nacido parecía de tres meses. Sus ojos achinados llevaron a los médicos a indagar sobre una posible patología: el Síndrome de Down. La sospecha fue descartada al día siguiente. “Su niño está totalmente sano”, le hizo saber el pediatra a Xiomara Gutiérrez.
El caso de Sairo fue analizado por psicólogos. Aseguraron que tiene una inteligencia avanzada que supera a muchos. Lo único que debía ser llevado con cautela era la relación que Sairo debía mantener con niños de mayor edad. “Las psicólogas que lo vieron aseguraron que su edad mental supera su edad”, dijo.
El genio marabino recibió becas de estudio por parte de la alcaldía de Maracaibo y se formó como el mejor ingeniero en Informática. Fue absorbido y becado por una reconocida empresa venezolana de máquinas fiscales, The Factory HKA, que está extendiendo sus raíces a otros países. “Desde hace dos meses está en México. Es el encargado de desarrollar el programa de facturación virtual de esa compañía, a través de un software administrativo”, reveló Gutiérrez.
Desde pequeño tecleaba las computadoras y su actitud andariega lo llevó a experimentar sobre los sistemas operativos. “Más que ser un alumno, era ayudante de la docente a la hora de impartir clases. Todo lo que la maestra le explicaba en el aula, ya él lo sabía y lo aplicaba”, sostuvo la madre, quien con melancolía expresó: “No es porque sea mi hijo, pero es un muchacho muy inteligente. Está solo en este momento y me parte el alma el no poder estar con él, pero sé que está bien y que va a triunfar. Ojalá en un mañana podamos estar todos juntos”.
Sairo asegura que aún no tiene fecha de retorno a su tierra natal. “Ha sido difícil acostumbrarme a la soledad. Me tocó aprender a cocinar y a lavar mi ropa”, contó. Su padre no deja de hablar de él. Es su verdadero orgullo. “Sairo es un muchacho ejemplar. Estoy sumamente orgulloso de tener un hijo con sobrada inteligencia, y al mismo tiempo lamento que en este país se le da poca importancia a los grandes talentos. Eso los conlleva a salir del país en busca un mejor futuro”.
Sus cuatro hermanos también se sienten orgullosos de él. Sindia, Sindy y Sandy anhelan el día que puedan compartir con su hermano nuevamente. Sandy dice: “Siempre fue el hermano que quise tener, siempre he estado y estaré orgulloso de él. Será grande entre los grandes. Nació para triunfar en ese camino largo hacia el futuro”. “Para mí es muy grato el que mi familia se sienta orgullosa de mi. Me llena de felicidad”, puntualizó Sairo.
Fuente: Panorama
“Esa diferencia de edades y de gustos que había entre los demás niños y yo no me afectó. Es cuestión de intereses, y los míos, eran otros. Me acostumbré a estar solo. No necesitaba de nadie para estar bien”, reveló el ingeniero. El pequeño genio nació en octubre de 1996. Ya tiene 18 años y está en el exterior llevando a cabo sus metas. A los ocho años, con voz fuerte y muy decidido de lo quería, dijo a sus padres que pretendía crear un sistema más avanzado que el de Windows. “Quiero hacer un programa mejor que Windows, que se llamará Profetionals y así superar a Bill Gates”, confirmó Sairo con su rostro sonriente lleno de Sairo siempre fue amigo de las repisas de libros de una biblioteca. Los niños de su edad, las golosinas y las travesuras, le parecían aburridas. No era lo suyo. Prefería en tal caso, ver televisión y distraerse con videojuegos.
Hace un año, Sairo participó junto con sus amigos en la segunda edición del Game Jam, un evento donde los jóvenes deben crear un videojuego en menos de 48 horas. “Ese siempre fue mi sueño, crear videojuegos y mis ideas siguen en pie. Me gusta leer sobre ellos para diseñar uno y así dejar experiencias en todo el que se sienta identificado. Es lo que hago en mis ratos libres, al llegar del trabajo. Tengo apenas dos meses en México y estoy enfocado en seguir logrando mis metas”, sostuvo.
La progenitora, en medio de las anécdotas, recordó: “Lo peor del caso es que Sairo nació, cuando yo tenía 39 años y más de uno, criticó y subestimó mi embarazo. Decían que mi hijo nacería con retardo mental y resultó ser todo lo contrario. Su inteligencia fue más allá de lo que esperábamos”, dijo Gutiérrez con un tono de voz pícaro.
Ese 11 de octubre la clínica Falcón recibió a un bebé que pesó tres kilos 700 gramos y midió 53 centímetros. A pesar de ser un recién nacido parecía de tres meses. Sus ojos achinados llevaron a los médicos a indagar sobre una posible patología: el Síndrome de Down. La sospecha fue descartada al día siguiente. “Su niño está totalmente sano”, le hizo saber el pediatra a Xiomara Gutiérrez.
El caso de Sairo fue analizado por psicólogos. Aseguraron que tiene una inteligencia avanzada que supera a muchos. Lo único que debía ser llevado con cautela era la relación que Sairo debía mantener con niños de mayor edad. “Las psicólogas que lo vieron aseguraron que su edad mental supera su edad”, dijo.
El genio marabino recibió becas de estudio por parte de la alcaldía de Maracaibo y se formó como el mejor ingeniero en Informática. Fue absorbido y becado por una reconocida empresa venezolana de máquinas fiscales, The Factory HKA, que está extendiendo sus raíces a otros países. “Desde hace dos meses está en México. Es el encargado de desarrollar el programa de facturación virtual de esa compañía, a través de un software administrativo”, reveló Gutiérrez.
Desde pequeño tecleaba las computadoras y su actitud andariega lo llevó a experimentar sobre los sistemas operativos. “Más que ser un alumno, era ayudante de la docente a la hora de impartir clases. Todo lo que la maestra le explicaba en el aula, ya él lo sabía y lo aplicaba”, sostuvo la madre, quien con melancolía expresó: “No es porque sea mi hijo, pero es un muchacho muy inteligente. Está solo en este momento y me parte el alma el no poder estar con él, pero sé que está bien y que va a triunfar. Ojalá en un mañana podamos estar todos juntos”.
Sairo asegura que aún no tiene fecha de retorno a su tierra natal. “Ha sido difícil acostumbrarme a la soledad. Me tocó aprender a cocinar y a lavar mi ropa”, contó. Su padre no deja de hablar de él. Es su verdadero orgullo. “Sairo es un muchacho ejemplar. Estoy sumamente orgulloso de tener un hijo con sobrada inteligencia, y al mismo tiempo lamento que en este país se le da poca importancia a los grandes talentos. Eso los conlleva a salir del país en busca un mejor futuro”.
Sus cuatro hermanos también se sienten orgullosos de él. Sindia, Sindy y Sandy anhelan el día que puedan compartir con su hermano nuevamente. Sandy dice: “Siempre fue el hermano que quise tener, siempre he estado y estaré orgulloso de él. Será grande entre los grandes. Nació para triunfar en ese camino largo hacia el futuro”. “Para mí es muy grato el que mi familia se sienta orgullosa de mi. Me llena de felicidad”, puntualizó Sairo.
Fuente: Panorama
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