Cini -Azucarada, en el idioma hindi- es un jack russell terrier que se ha convertido en elseguro de vida de su dueña Lidia, una joven de 19 años que sufre diabetes tipo 1 desde pequeña. Con unos 20 minutos de antelación y gracias a su olfato, esta perra es capaz de detectar si Lidia va a sufrir un bajón o una subida de azúcar. En estos dos años que llevan juntas, Cini la ha salvado en más de una ocasión.
Esta zaragozana tiene diabetes desde los cinco años. En su caso el páncreas dejó de producir insulina de forma natural después de que Lidia sufriera escarlatina, una enfermedad infecciosa que suele darse en niños y que presenta síntomas similares a la varicela. En ese momento su vida cambió para siempre.
«En un principio lloraba porque no lo comprendía. Cuando llegó la adolescencia lloraba por rebeldía, poco a poco fui conociendo cómo había que actuar, qué riesgos tenía pasarse y las consecuencias a la larga que podía ocasionarme. Se podría decir que le tenía miedo», explica esta joven, estudiante de Magisterio.
«Asumí que iba a ser mi compañera de viaje definitiva, que siempre iba a estar ahí y que lo mejor era aprender a vivir con ella», asegura. Y así ha conseguido hacer una vida completamente normal. Sale con sus amigos, acude a clases a la Universidad de Zaragoza, se va de vacaciones... Todo como cualquier joven de 19 años, pero, eso sí, siempre pendiente de los niveles de azúcar.
Avisa en el momento exacto
En su caso, y para evitar los pinchazos constantes, lleva una bomba de insulina que le proporciona a lo largo del día la glucosa necesaria. Ella es quien fija las dosis, dependiendo de factores como la alimentación. Lidia fue la primera persona a la que se colocó una bomba de estas características en Aragón. Solo tenía nueve años.
Y así poco a poco la diabetes, una de las enfermedades más extendidas del siglo XXI, ha pasado a formar parte de su día a día.
«Ahora, la conozco, conozco sus riesgos, sus picos, la imposibilidad de controlarla en muchas situaciones... Ya no le tengo miedo, porque sé actuar incluso cuando es incontrolable y, sobre todo, porque gracias a Cini las situaciones incontrolables cada vez son menos».
Cini es su perro de alerta médica. Su función es «chivarse»: «Ella avisa en ese momento exacto en el que la glucemia es necesaria, y yo me miro el azúcar para tomar las medidas. Por eso es fiable, porque no me dice qué tengo que hacer, sino cuándo lo tengo que hacer», explica Lidia.
Está adiestrada para ello. Su perra fue la primera en España en ser capaz de marcar tanto hipoglucemias como hiperglucemias, es decir, bajadas o subidas de azúcar respectivamente. Aprendió a hacerlo en «Canem», un centro de asistencia, terapia y educación donde los adiestran para cuidar de personas.
Y no solo de diabéticos. En este centro de la capital aragonesa enseñan a perros guía, para personas con discapacidad visual; perros de servicio, para personas con movilidad reducida, o perros especialmente preparados para cuidar de autistas. Su dueño, Paco Martín, y un equipo de profesionales se encargan de ello. En el caso de la alerta médica para diabetes tipo 1 es el único que hay en estos momentos en España.
El adiestramiento
El adiestramiento de un perro como Cini suele prolongarse durante un año, aunque a los cuatro meses ya suelen ser capaces de marcar hipoglucemias -bajadas de azúcar-. A pesar de que les es más difícil detectar los bajones que las subidas, se les enseña primero porque son más peligrosos para los dueños. Pero no solo son capaces de oler las de sus dueños, sino las de cualquier persona que las padezca.
El proceso comienza seleccionando al animal. Se les escoge genéticamente, con una serie de aptitudes y sobre todo con capacidad de aprender. Aunque puede servir cualquier perro, desde Canem sugieren decantarse por razas como las de Cini, un jack russell terrier. «No aconsejamos comprar cualquier perro y traerlo para adiestrarlo. Es mejor acudir al centro, dejarse aconsejar y ver qué animal es mejor para cada caso», explica Lidia, que ahora trabaja en «Canem» para ayudar a familias que se encuentran en su misma situación.
De momento no hay una explicación científica, pero en este centro han comprobado que, en el caso de los diabéticos, cuando sufren subidas o bajadas de azúcar su cuerpo segrega una sustancia que estos perros son capaces de detectar. «No sabemos qué huelen exactamente, pero lo que está claro es que algo huelen y entonces nos avisan». ¿Cómo lo hacen? Ladrando. Y es que Cini solo ladra cuando Lidia va a tener una bajada o una subida de azúcar.
Para enseñarles solo utilizan técnicas en positivo. Es decir, se les premia cuando lo hacen bien. Durante los primeros meses, les van dando a olfatear diferentes muestras para que sean capaces de detectar las hipo y las hiperglucemias. Y con mucha «paciencia y cariño» se les recompensa cuando son capaces de reconocerlas.
Y así estos perros evitan que sus dueños sufran picos, subidas o bajadas extremas. Algo «fundamental», asegura Lidia, ya que esos picos constantes a la larga pueden provocar problemas de riñones o enfermedades como la ceguera. «Ella se adelanta a lo que va a pasar y yo me evito llegar a 300 de azúcar o que me baje a 50», explica.
En este centro de Zaragoza han adiestrado ya a 14 perros de alerta médica. Uno para Barcelona, cinco para Madrid y el resto para Aragón. El «dueño» más joven, un bebé de dos años del que su perro no se separa y que ayuda a los padres a controlar mejor una enfermedad que varía constantemente. El calor, los nervios, la comida..., un mínimo cambio y el azúcar se descompensa.
«Es mi seguro de vida», dice orgullosa Lidia. «Con ella he ganado en autonomía y tranquilidad». «Antes me daba miedo quedarme sola en casa por lo que pudiera pasar, no dormía tranquila por si me daba un bajón o una subida y no me despertaba a tiempo...». «Ahora eso ha cambiado. Tengo a Cini y sé que ella cuida de mí».
Te gustaría tenerlo de mascota?
Fuente: abc.es
«En un principio lloraba porque no lo comprendía. Cuando llegó la adolescencia lloraba por rebeldía, poco a poco fui conociendo cómo había que actuar, qué riesgos tenía pasarse y las consecuencias a la larga que podía ocasionarme. Se podría decir que le tenía miedo», explica esta joven, estudiante de Magisterio.
«Asumí que iba a ser mi compañera de viaje definitiva, que siempre iba a estar ahí y que lo mejor era aprender a vivir con ella», asegura. Y así ha conseguido hacer una vida completamente normal. Sale con sus amigos, acude a clases a la Universidad de Zaragoza, se va de vacaciones... Todo como cualquier joven de 19 años, pero, eso sí, siempre pendiente de los niveles de azúcar.
Avisa en el momento exacto
En su caso, y para evitar los pinchazos constantes, lleva una bomba de insulina que le proporciona a lo largo del día la glucosa necesaria. Ella es quien fija las dosis, dependiendo de factores como la alimentación. Lidia fue la primera persona a la que se colocó una bomba de estas características en Aragón. Solo tenía nueve años.
Y así poco a poco la diabetes, una de las enfermedades más extendidas del siglo XXI, ha pasado a formar parte de su día a día.
«Ahora, la conozco, conozco sus riesgos, sus picos, la imposibilidad de controlarla en muchas situaciones... Ya no le tengo miedo, porque sé actuar incluso cuando es incontrolable y, sobre todo, porque gracias a Cini las situaciones incontrolables cada vez son menos».
Cini es su perro de alerta médica. Su función es «chivarse»: «Ella avisa en ese momento exacto en el que la glucemia es necesaria, y yo me miro el azúcar para tomar las medidas. Por eso es fiable, porque no me dice qué tengo que hacer, sino cuándo lo tengo que hacer», explica Lidia.
Está adiestrada para ello. Su perra fue la primera en España en ser capaz de marcar tanto hipoglucemias como hiperglucemias, es decir, bajadas o subidas de azúcar respectivamente. Aprendió a hacerlo en «Canem», un centro de asistencia, terapia y educación donde los adiestran para cuidar de personas.
Y no solo de diabéticos. En este centro de la capital aragonesa enseñan a perros guía, para personas con discapacidad visual; perros de servicio, para personas con movilidad reducida, o perros especialmente preparados para cuidar de autistas. Su dueño, Paco Martín, y un equipo de profesionales se encargan de ello. En el caso de la alerta médica para diabetes tipo 1 es el único que hay en estos momentos en España.
El adiestramiento
El adiestramiento de un perro como Cini suele prolongarse durante un año, aunque a los cuatro meses ya suelen ser capaces de marcar hipoglucemias -bajadas de azúcar-. A pesar de que les es más difícil detectar los bajones que las subidas, se les enseña primero porque son más peligrosos para los dueños. Pero no solo son capaces de oler las de sus dueños, sino las de cualquier persona que las padezca.
El proceso comienza seleccionando al animal. Se les escoge genéticamente, con una serie de aptitudes y sobre todo con capacidad de aprender. Aunque puede servir cualquier perro, desde Canem sugieren decantarse por razas como las de Cini, un jack russell terrier. «No aconsejamos comprar cualquier perro y traerlo para adiestrarlo. Es mejor acudir al centro, dejarse aconsejar y ver qué animal es mejor para cada caso», explica Lidia, que ahora trabaja en «Canem» para ayudar a familias que se encuentran en su misma situación.
De momento no hay una explicación científica, pero en este centro han comprobado que, en el caso de los diabéticos, cuando sufren subidas o bajadas de azúcar su cuerpo segrega una sustancia que estos perros son capaces de detectar. «No sabemos qué huelen exactamente, pero lo que está claro es que algo huelen y entonces nos avisan». ¿Cómo lo hacen? Ladrando. Y es que Cini solo ladra cuando Lidia va a tener una bajada o una subida de azúcar.
Para enseñarles solo utilizan técnicas en positivo. Es decir, se les premia cuando lo hacen bien. Durante los primeros meses, les van dando a olfatear diferentes muestras para que sean capaces de detectar las hipo y las hiperglucemias. Y con mucha «paciencia y cariño» se les recompensa cuando son capaces de reconocerlas.
Y así estos perros evitan que sus dueños sufran picos, subidas o bajadas extremas. Algo «fundamental», asegura Lidia, ya que esos picos constantes a la larga pueden provocar problemas de riñones o enfermedades como la ceguera. «Ella se adelanta a lo que va a pasar y yo me evito llegar a 300 de azúcar o que me baje a 50», explica.
En este centro de Zaragoza han adiestrado ya a 14 perros de alerta médica. Uno para Barcelona, cinco para Madrid y el resto para Aragón. El «dueño» más joven, un bebé de dos años del que su perro no se separa y que ayuda a los padres a controlar mejor una enfermedad que varía constantemente. El calor, los nervios, la comida..., un mínimo cambio y el azúcar se descompensa.
«Es mi seguro de vida», dice orgullosa Lidia. «Con ella he ganado en autonomía y tranquilidad». «Antes me daba miedo quedarme sola en casa por lo que pudiera pasar, no dormía tranquila por si me daba un bajón o una subida y no me despertaba a tiempo...». «Ahora eso ha cambiado. Tengo a Cini y sé que ella cuida de mí».
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Fuente: abc.es
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